martes, 17 de marzo de 2015

La Casa 451


Casa de Ray Bradbury, Los Ángeles, CA (2015)


No hace mucho pasando por la ciudad, sobre la Southdale Rd. S., vi un pequeño instante de la demolición de una casa que llamaré anónima para mí. Acá como todo es madera y drywall, acaso no duele tanto, pensé, como si el ladrillo fuera eterno. Hace un par de años quizás, ya habían demolido a menos de cien metros de esa casa una iglesia a la que sus fieles y el progreso abandonaron. La casa anónima y desnuda. Viendo su desnudez en frente de la avenida, esas paredes de los cuartos a medio derribar, el esqueleto moribundo de un baño, las escaleras rotas que ya no conducen a nada, pensaba más que en la casa y su lejana vista interior, en las personas que de alguna forma u otra escribieron su vida allí, personas anónimas o celebres que hace demasiados años, supongo, recibieron las felicitaciones de un vendedor de casas al momento de la compra y construyeron toda una historia en ese espacio físico que como un ser vivo, nace, se reproduce y muere.

Para la siguiente vez que pase solo habrá un terreno bien apisonado en esperas de un nuevo proyecto. Pero ese espacio con su historia seguirá estando allí, en la memoria de las personas que se van desvaneciendo con el tiempo, padres, hijos, nietos y abuelos que pasan a ser la Historia misma. Casas desconocidas, anónimas y casas celebres que pueden, por ese azar de la vida, terminar como todos algún día: vueltos polvos o si acaso cenizas.

La Casa 451 no es entonces una casa desconocida ni anónima como aquella de la Southdale Rd. S., ni queda acá tan al norte en Canadá, la casa 451 cuyo número real era el 10265 de la calle Cheviot Hills de Los Ángeles, CA, ha muerto físicamente el pasado Enero. Esta casa construida en 1937 fue la morada por más de cincuenta años de un escritor, así a secas y no de ciencia ficción, etiqueta que él mismo se quitaba aunque ya le sea inseparable para siempre. En ella vivió Ray Bradbury (1920-2012), aquel escritor de las Crónicas Marcianas (1950) y si acaso uno de los libros que aparte de divertimento, como debería ser todo libro de ficción, conlleva toda una reflexión por lo demás interesante y necesaria para nuestro días (la conectividad tecnológica vs la interacción humana): El libro Fahrenheit 451 (1953), al que Truffaut le hizo una adaptación cinematográfica igual de admirable trece años después.

La Casa 451, o el lote actual, va a ser un nuevo proyecto para el 2017, sus libros, sus archivadores, sus reliquias se han ido para Indiana. Afortunadamente en este caso no anónimo como el de la casa de Southdale Rd. S., queda cada página de Bradbury para recordar y leer. La Casa 451 tiene una memoria más duradera entonces, más universal, una memoria que siempre estará de alguna forma ligada a esas paredes amarillas, esas que fueron parte de uno de los escritores más revolucionarios de nuestro tiempo.


Viewing the remains of Bradbury´s home:
Blog: File770.com

Edición limitada de Fahrenheit 451 a prueba de fuego:
http://io9.com/5988144/limited-edition-of-fahrenheit-451-was-bound-in-asbestos-so-it-wouldnt-burn

viernes, 13 de marzo de 2015

Autopista de una buena lectura



Abrir un libro, un libro de ficción, no es solo entrar a un gran engaño sino aceptar ese engaño, quizás en esa aceptación están las historias que amamos o aquellas que no nos son indiferentes. Ahora, tratar de escribir sobre un mal libro, es peor que leerlo. Inicialmente iba a escribir sobre una historia de zombis, que no por ser de zombis entro a calificar como lector, pero cuando a la historia se le suman errores tipográficos en la impresión del libro, que dicho sea de paso proviene de una editorial reconocida e internacional, y cuando además la historia se desbarata en su intento de entrar al tren tendencial del tema de los zombis que nos llega de la televisión norteamericana, no hay mucho que decir. Mejor entonces escribir de las últimas lecturas, lecturas pendientes que por fortuna existen y que para esta oportunidad regresan hasta 1966 cuando se publica el cuento de Julio Cortázar titulado La autopista del sur.

Leí La autopista del sur por primera vez hace unos días en una interesante edición publicada por RBA Libros titulada El perseguidor y otros cuentos de cine (2009). Este libro reúne el relato que da título al libro y que comparte núcleo argumental con la película Bird (1988) de Clint Eastwood, así como otros tres relatos más: Las babas del diablo, a partir del cual se rodaría la legendaria película de Antonioni Blow-up (1966), Los buenos servicios que inspiró la película Monsieur Bébé (1974) de Chabrol y finalmente el cuento La autopista del sur que sería base argumental de dos películas: Week end (1967) de Godard y L'ingorgo (1978) de Comencini traducida al español como El gran atasco.

Pero La autopista del sur daría para más, sería luego tomado para la campaña de Renault y la promoción de su modelo Megane, mostrando así esa desgracia contemporánea que la autopista representa ante cualquier inevitable y cada vez más recurrente trancón vehicular, un mal opuesto a la naturaleza veloz de los automotores. Cortázar prolonga en su relato esa situación desesperante de una vía rápida detenida en el tiempo, donde cada conductor ante un embotellamiento sigue un proceso similar: se baja del carro, maldice, lanza hipótesis acerca del motivo del trancón y empieza a crear con las horas lazos afectivos y también de enemistad con la comunidad de conductores que por obligación le ha sido impuesta. Lectura de diversión y reflexión. Un juego como todos los de Cortázar.


Aquí un inicio valido para llegar a la lectura de La autopista del sur, el comercial de Renault hecho para la Argentina sobre el Megane 2 en el año 2000. Una idea Cortazariana más en la pantalla.