Dos noticias de la semana pasada que leí en El Espectador de Bogotá sobre Mario
Vargas Llosa me hicieron pensar una y otra vez en la sutil diferencia que existe
(aunque muchos no lo vean así o no lo quieran ver) entre las palabras escritas
en el texto (tradicional o digital) y la persona que las ha escrito. Y en el juego de analogías la cosa se ve mas
complicada, pues si lo escrito es el hijo amado de su escribidor, entonces
cualquier reparo al hijo jamás será perdonado por dicho padre. Y de forma
contraria, ¿si el padre nos ofende, entonces lo seguiremos leyendo sin inmutarnos?
No he sido lector ni seguidor encantado o desencantado de
Vargas Llosa, como si lo fui de Cela, pero en este juego me creo lector
juicioso, divertido y profesional de Vargas Llosa y entonces leo la primera
noticia que se titula así: Vargas Llosa: “los
toros son fuente de inspiración de artes y letras”, Oct 13 de 2012. Palabras
mas palabras menos el premio nobel peruano va a Toro en Zamora, España y recibe
un homenaje por su apoyo a la tauromaquia, la cual ha elevado a hecho cultural.
Trascribo un párrafo: Vargas Llosa aseguró
que si abolieran las referencias a los toros se empobrecerían la poesía, la
pintura, la música o la filosofía, ya que la tauromaquia “ha irrigado prácticamente
todas las manifestaciones de la creatividad, artística y cultural”. ¿? (Los
interrogantes son míos) Indiferente si se esta de acuerdo con la “fiesta” brava
o no, si se es indiferente y se encuentra mas interés en comentar el salto de
Baumgartner desde el borde de la estratosfera para superar la velocidad del
sonido y varios records mas; la mayor caída al vacío es la del incansable
Vargas Llosa con un argumento tan absurdo que casi ni vale la pena rebatir. ¿Acaso
la guerra, las guerras, matanzas, genocidios, no se han reflejado en diversas
expresiones artísticas? ¿Acaso no es cierto que no conoceríamos el Guernica de Picasso si el bombardeo alemán
al pueblo español del mismo nombre no se hubiera llevado a cabo en aquel Abril
de 1937?
Entonces siguiendo mi fervor por Vargas Llosa o mejor, mi pretendido fervor
por sus escritos, me pregunto si es posible tomar pinzas y reprochar a la
persona, si se quiere ser mas extremo e intolerante, decir odiar a la persona,
pero continuar pagando por sus ficciones para sentarse a leerlas en una tarde
de domingo? Los más “civilizados” y utópicos dirían sin lugar a dudas que si,
pero los más terrenales podríamos quizás continuar sus lecturas, reducir la frecuencia
de las mismas, dejar que el desinterés nos lleve por otros caminos, pero lo que
si sería difícil de negar es pretender que las posibles posteriores lecturas fueran
de alguna forma las mismas.
Posdata: ¿Es justo apoyarse en Arguedas para apoyar su
defensa de la “fiesta” Brava?
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