jueves, 15 de septiembre de 2011

La Piel Suave


Francoise Dorleac (1942-1967)

Llevo ya más de un año escribiendo un cuento, cuando debería de ser algo de días o a lo sumo meses, este es un cuento que trata de cerrar algo que quedó abierto en la novela que terminé de escribir en Enero de 2010 y que pasa por una mujer que ya llegando a sus cuarenta años empieza a repasar los errores y no errores de su vida, que vive o ha vivido como todos nosotros, obsesionada con algo, que siente que no ha sido querida tanto como ha querido, y que al final se da cuenta, contra todos sus miedos, que debe estar sola. La historia nace de una carencia de la novela, quizás de un tecnicismo y se enfoca nuevamente en la Dorleac, en el cine y en las mentiras. Este cuento, el más largo de una serie que lleva por título El Vals, termina para mí una etapa y abre otra, una donde espero que las historias sean más precisas y quizás más sinceras. El cuento tiene un título, y es el único de El Vals que lo lleva; el cual lo tomé prestado de una película de Truffaut de 1964 donde la Dorleac hace el papel de una amante que creyó ser amada y que por voluntad propia decidió, en un dialogo de 2 minutos, despedirse de su amante para siempre. El amante terminaría asesinado por su esposa mientras cenaba solo en un restaurante atestado de personas que servirían de testigos para un juicio innecesario. El título de la película: La Piel Suave. La Peau Douce. The Soft Skin. Mi personaje, el personaje de mi cuento: Nicole, está obsesionada con la Dorleac, con La Piel Suave, con el desamor y la incomunicación de la Dorleac y con los deseos frustrados de ser actriz de cine. Ella pasa por unos errores que se niega a aceptar y al final decide engañarlo a él, a su pareja, y engañarse ella misma inventándose una infidelidad inexistente y obligándose a ser abandonada. Nicole comete así su propia forma de suicidio, una forma extraña de comenzar de nuevo en una etapa de su vida donde sus recuerdos se acumulan más que los años. Mi personaje Nicole, puede tener los ojos de la Dorleac y su forma de bailar, tiene también la imagen predestinada de su muerte, que cree será en medio de un accidente automovilístico que obviamente no sabe cuándo sucederá, y mientras todo esto llega se convence a si misma que nada ha sido un error; y piensa después de quedarse sola, que sus desilusiones, así, desilusiones en general, la han llevado a una colección de cosas difíciles de agrupar o siquiera de nombrar sin que su mente pasee entre la lujuria y la tristeza de una mujer bella que desaparece cada día más.