domingo, 10 de octubre de 2010

Confieso que no he leido

Nunca he sido lector de premios Nobel de literatura, ni de los del año en curso ni de los de años recientes, lo más cerca que he estado fueron mis lecturas de Camilo José Cela (premio Nobel 1989) durante los años 1993 ó 1994, lecturas que a excepción de La familia de Pascual Duarte 1942, ahora me parecen innecesarias.
Hace dos semanas con la inundación de noticias referentes al nuevo libro de Ingrid Betancourt No hay silencio que no termine, estuve casi a punto de escribir un artículo que iba a titular Por qué no leer el libro de Ingrid Betancourt, pero gracias a dios el supuestamente chistoso Daniel Samper Ospina escribió en su columna de la revista Semana un artículo titulado De por qué no voy a comprar el libro de Ingrid  y me evitó cualquier esfuerzo, este si cien por ciento inútil, en haber escrito dicho artículo.
Dejando ya en el olvido una reseña inútil de No hay silencio que no termine, leí en El País de España del 29 de Agosto una entrevista a Vargas Llosa titulada El nacionalismo es la peor construcción del hombre con motivo del lanzamiento de su próxima novela El sueño del celta, y me quedé con estas respuestas:

P. Ensayos, obras de teatro, columnas de opinión... ¿No teme que la superproducción le impida estar a su propia altura?
R. Siempre hay miedo a perder el pie. Hay que tratar de mantenerse lúcido, no volverse una ruina humana. Uno hace lo que puede... Lo que no creo que deba pensar un escritor es en retirarse. Si el tiempo te retira, la enfermedad te retira, claro, pero si tienes ilusiones hay que seguir trabajando.
P. Edward Said hablaba del interés de cierto estilo tardío...
R. Sí, claro, pero siempre me ha angustiado mucho la idea de esos escritores que pierden el fuego, se callan. Me sentiría muy desgraciado si no pudiera trabajar. Con el tiempo se pierden capacidades, me temo que sí, pero hay que mantener la lucidez y el espíritu crítico. Perder el espíritu es una enfermedad en la que caen muchos escritores. Es como volverse una estatua en vida.
P. ¿Y el Nobel de Literatura?
R. Pensar en ello es malo para el estilo, tardío o no.

Y entonces pienso en un Vargas Llosa preparando su próxima clase en Princeton, recibiendo la llamada telefónica de la academia sueca y alistándose a publicar en noviembre su nueva novela de 440 páginas a sus 74 años, como también pienso en un José Saramago (premio Nobel 1998) de 87 años que fallece el 18 de junio de este año con 30 páginas escritas de su próxima novela y dos novelas publicadas en los dos últimos años precedentes a su muerte (El viaje del elefante 2008 y Caín 2009); es ese Saramago almorzando con Vargas Llosa en su casa de Lanzarote quien hace augurios para que el Nobel caiga sobre el peruano, sin saber, por supuesto, que la academia sueca le cumpliría sus deseos en el mismo año de su muerte. Pero a diferencia de estos escritores prolíficos también hay Rulfos con solo dos libros publicados El Llano en llamas 1953 y Pedro Páramo 1955 y una eternidad cubierta de respeto y gloria; Juan Rulfo no necesitó decir más para crear su obra, porque definitivamente el propósito del escritor no debería ser de cantidad sino de calidad a la hora de sentarse para la labor solitaria de juntar vocales y consonantes. También hay Sabatos con tres novelas El Túnel 1948, Sobre héroes y tumbas 1961 y Abaddón El exterminador 1974 que se conectan y transforman la vida de los lectores, obras que tienen más peso que la suma de todos los libros publicados en la colección de novedades empaquetadas en grupos de escritores mayores o menores de 35 ó 39 años; porque un escritor no debe buscar el crear una obra para evitar el olvido, ganar poder o inscribir su nombre en la impredecible, injusta y a veces incoherente lista de candidatos o ganadores del Nobel de literatura; un escritor debería preocuparse solo por decir algo y ese algo decirlo bien, preocuparse por escribir, como decía Onetti, solo cuando le sea absolutamente indispensable.

Y ahora cuando Vargas Llosa deja de ser el eterno candidato latinoamericano al Nobel, cuando empiezan a publicarse de forma simultánea todas las anécdotas de, o referentes a él, del puñetazo que García Márquez recibió en Febrero de 1976 por una situación no del todo aclarada, de la asesoría recibida para escribir una novela bajo la iniciativa artística Rolex para mentores y discípulos, de su opinión favorable referente a la reciente lectura de un escritor poco conocido para él, de su nacionalidad española rebosada de alma peruana y de su disciplina diaria dedicada a la escritura y la lectura. Es ahora cuando todos hemos leído a Vargas Llosa y cuando realmente creo que necesitaba más Perú y Latinoamérica el premio Nobel que el escritor mismo, pues en cierta forma me atrevo a pensar que en el fondo y en su soledad se debe sentir cierta pena de recibir un premio que le fue negado a referentes como Jorge Luis Borges, Mark Twain, Leon Tostoi, Marcel Proust, James Joyce, Julio Cortázar, Vladimir Nabokov, Emile Zola o Graham Greene, pero igual la culpa no es suya, como tampoco de los demás Nobeles a lo largo de la historia. Vargas Llosa a sus 74 años seguirá siendo Vargas Llosa, mientras el cerco de aduladores y oportunistas a su alrededor ya no volverán a ser los mismos.

Por el momento debo decir que no he leído a Vargas Llosa, como tampoco a Fuentes. Pues sus historias tan bien escritas no me han logrado atrapar, y decir esto, mas hoy, no debe ser un pecado. Debo corregir: no he leído a Vargas Llosa como debiera haberlo leído, pues lo he hecho solo en dos etapas de mi vida, la primera cuando en la casa de mis padres buscando entre la biblioteca saltaba y leía sin orden las páginas de la edición de círculo de lectores de Pantaleón y las visitadoras 1973 (esa de tapa blanca y recuadro verde que encerraba el dibujo en verde y rojo de dos piernas, una de pantalón militar y la otra femenina de liguero) buscando mas las descripciones eróticas de la historia que la historia misma. La segunda es hasta ahora, hasta el principio de este año que leí la novela breve Los Cachorros (Pichula Cuéllar) 1967 y el libro Cartas a un joven novelista 1997, para concluir a priori que sus mejores trabajos son los que escribió hace más de 30 años como La Ciudad y los perros 1962, La Casa verde 1966, Conversación en la catedral 1969, Pantaleón y las visitadoras 1973, La Tía julia y el escribidor 1977 y La Guerra del fin del mundo 1981. Lo que sí podría ser un pecado sería dejar pasar el mini boom Vargas Llosa para leer a Ingrid, la Ingrid inocente e ingenua que es entrevistada en medios internacionales, la Ingrid mentirosa que deja entrever las contradicciones de su libro (léase caso Clara Rojas y su hijo…) o la Ingrid filántropa que nos hace un favor al contarnos su historia y liberar su alma, pretendiendo conseguir a través de derechos de autor y ventas, la suma que reclamaba a través de una demanda al mismo Gobierno Colombiano que la devolvió a la libertad.

Finalmente como no tengo ninguna anécdota personal sobre Vargas Llosa, ninguna diferente a mi búsqueda sexual con Pantaleón y las visitadoras, ni ningún agradecimiento por años de lectura, solo me restara decir que este reconocimiento, justo y merecido para una persona que a sus veintidós años decidió jugarlo todo por sus sueños, me sirve a mí para empezar a leer uno de los libros que siempre quise  leer en mis épocas de universidad como El Pez en el agua 1993, y que de igual forma le debería servir a los amantes de la literatura para conocer cualquiera de las historias del escritor que alguna vez quiso ser presidente y que por fortuna perdió ante las tentaciones del poder.

Escribe Vargas Llosa

Caricatura de Mario Vargas Llosa


TRIBUNA: MARIO VARGAS LLOSA
Catorce minutos de reflexión
El Nobel de Literatura relata cómo tras recibir la llamada de la Academia Sueca dudó, y mientras esperaba la confirmación desfilaron los recuerdos de una vida dedicada a las letras

MARIO VARGAS LLOSA 10/10/2010

Ese día, como todos los días desde que, hace tres semanas, llegamos a Nueva York, me levanté a las cinco de la mañana y, procurando no despertar a Patricia, me fui a la salita a leer. Era noche cerrada todavía y las luces de los rascacielos del contorno tenían la apariencia inquietante de una gigantesca bandada de cocuyos invadiendo la ciudad. Dentro de una hora más o menos comenzaría a amanecer y, si estaba despejado el cielo, las primeras luces irían iluminando el río Hudson y la esquina de Central Park con sus árboles que el otoño comienza a dorar, un lindo espectáculo que me regalan cada mañana las ventanas del departamento (vivimos en el piso cuarenta y seis).
Tenía el día planificado con toda precisión. Trabajaría un par de horas preparando la clase del próximo lunes en Princeton, en la que ilustraría el tema del punto de vista con ejemplos tomados de El reino de este mundo de Alejo Carpentier, media hora de ejercicios para la espalda, una hora de caminata en Central Park, periódicos, desayuno, ducha, y a la Public Library de New York, donde escribiría mi Piedra de Toque para EL PAÍS sobre el suicidio, tirándose del puente George Washington, en la Universidad de Rutgers, de Tylor Clementi, violinista y joven estudiante al que dos compañeros homófobos habían denunciado como gay, difundiendo en la Red un vídeo en el que aparecía besándose con un hombre.
Inmediatamente fui absorbido por la magia de El reino de este mundo y la transfiguración mítica que la prosa de Carpentier hace de los primeros intentos independentistas en Haití. El narrador omnisciente de la historia es una astuta ausencia erudita, libresca, barroca y rebuscada que narra desde muy cerca de la sensibilidad del esclavo Ti Noel, quien cree en los Grandes Loas del vodú y que los hechiceros del culto, como Mackandal, gozan del don de la licantropía, es decir, pueden transformarse en animales a voluntad. Hacía por lo menos veinte años que no la releía y su poder de persuasión seguía siendo irresistible.
De pronto advertí la presencia de Patricia en la salita. Se acercaba con el teléfono en la mano y una cara que me asustó. "Una tragedia en la familia", pensé. Cogí el aparato y escuché, entre silbidos, ecos y eructos eléctricos, una voz que hablaba en inglés. En el instante en que alcancé a distinguir las palabras Swedish  Academy la comunicación se cortó. Estuvimos callados, mirándonos sin decir nada, hasta que el teléfono repicó otra vez. Ahora sí se oía bien. El caballero me dijo que era el secretario de la Academia Sueca, que me habían concedido el Premio Nobel de Literatura y que la noticia se haría pública dentro de catorce minutos. Que podía escucharla en la televisión, la radio y el Internet.
-Hay que avisar a Álvaro, Gonzalo y Morgana -dijo Patricia.
-Mejor esperemos que sea oficial -le contesté.
Y le recordé que, hacía muchos años, en Roma, nos habían contado la broma pesada que le jugaron unos amigos (o más bien enemigos) a Alberto Moravia, haciéndose pasar por funcionarios de la Academia Sueca y felicitándolo por el galardón. Él alertó a la prensa y la noticia resultó un embrollo de mal gusto.
-Si es cierto, esta casa se va a volver un loquerío -dijo Patricia-. Mejor dúchate de una vez.
Pero, en vez de hacerlo, me quedé en la salita, viendo asomar entre los rascacielos las primeras luces de la mañana neoyorquina. Pensé en la casa de la calle Ladislao Cabrera, en Cochabamba, donde pasé mi infancia, y en el libro de Neruda Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que mi madre me había prohibido leer y que tenía escondido en su velador (el primer libro prohibido que leí). Pensé en lo mucho que le hubiera alegrado la noticia, si era cierta. Pensé en la gran nariz y la calva reluciente del abuelo Pedro, que escribía versos festivos y explicaba a la familia, cuando yo me negaba a comer: "Para el poeta la comida es prosa". Pensé en el tío Lucho, que, en ese año feliz que pasé en su casa de Piura, el último del colegio, escribiendo artículos, cuentecitos y poemas que publicaba a veces en La Industria, me animaba incansablemente a perseverar y ser un escritor, porque, acaso hablando de sí mismo, me aseguraba que no seguir la propia vocación es traicionarse y condenarse a la infelicidad. Pensé en el estreno, ese mismo año, en el Teatro Variedades de Piura, de mi obrita La huida del Inca, que mi amigo Javier Silva publicitaba a voz en cuello por las calles con una gran bocina, desde el techo de un camión, y en la bella Ruth Rojas, la Vestal de la obra, de la que yo estaba enamorado en secreto.
-Es una tontería pensar que esto puede ser una broma -dijo Patricia-. Llamemos a Álvaro, Gonzalo y Morgana de una vez.
Llamamos a Álvaro a Washington, a Gonzalo a Santo Domingo y a Morgana a Lima, y todavía faltaban siete u ocho minutos para la hora señalada. Yo pensé en Lucho Loayza y Abelardo Oquendo, los amigos de adolescencia y en la revista Literatura, de la que sacamos apenas tres números, de nuestro manifiesto contra la pena de muerte, del homenaje a César Moro, y de las feroces discusiones que a veces teníamos sobre si Borges era más importante que Sartre o éste que aquél. Yo sostenía lo último y ellos lo primero y eran ellos, por supuesto, quienes llevaban la razón. Fue entonces cuando me pusieron el apodo (que a mí me encantaba): "El sartrecillo valiente".
Pensé en el concurso de La Revue Francaise que gané el año 1957, con mi cuento El desafío, que me deparó un viaje a París, donde pasé un mes de total felicidad, viviendo en el Hotel Napoleón, en las cuatro palabras que cambié con Albert Camus y María Casares en las puertas de un teatro de los Grandes Bulevares, y mis desesperados y estériles esfuerzos para ser recibido por Sartre aunque fuera sólo un minuto para verle la cara y estrecharle la mano. Recordé mi primer año en Madrid y las dudas que tuve antes de decidirme a enviar los cuentos de Los jefes al Premio Leopoldo Alas, creado por un grupo de médicos de Barcelona, encabezado por el doctor Rocas y asesorado por el poeta Enrique Badosa, gracias a los cuales tuve la enorme alegría de ver mi primer libro impreso.
Pensé que, si la noticia era cierta, tenía que agradecer públicamente a España lo mucho que le debía, pues, sin el extraordinario apoyo de personas como Carlos Barral, Carmen Balcells y tantas otras, editores, críticos, lectores, jamás hubieran alcanzado mis libros la difusión que han tenido.
Y pensé lo increíblemente afortunado que yo he sido en la vida por seguir el consejo del tío Lucho y haber decidido, a mis veintidós años, en aquella pensión madrileña de la calle del Doctor Castelo, en algún momento de agosto de 1958, que no sería abogado sino escritor, y que, desde entonces, aunque tuviera que vivir a tres dobles y un repique, organizaría mi vida de tal manera que la mayor parte de mi tiempo y energía se volcaran en la literatura, y que sólo buscaría trabajos que me dejaran tiempo libre para escribir. Fue una decisión algo quimérica, pero me ayudó mucho, por lo menos psicológicamente, y creo que, en sus grandes rasgos, la cumplí en mis años de París, pues los trabajos en la Escuela Berlitz, la Agence France Presse y la Radio Televisión Francesa, me dejaron siempre algunas horitas del día para leer y escribir.
Y pensé en la extraña paradoja de haber recibido tantos reconocimientos, como éste (si la noticia no era una broma de mal gusto), por dedicar mi vida a un quehacer que me ha hecho gozar infinitamente, en la que cada libro ha sido una aventura llena de sorpresas, de descubrimientos, de ilusiones y de exaltación, que compensaban siempre con creces las dificultades, dolores de cabeza, depresiones y estreñimientos. Y pensé en lo maravillosa que es la vida que los hombres y las mujeres inventamos, cuando todavía andábamos en taparrabos y comiéndonos los unos a los otros, para romper las fronteras tan estrechas de la vida verdadera, y trasladarnos a otra, más rica, más intensa, más libre, a través de la ficción.
A las seis en punto de la mañana las radios, la televisión y el Internet confirmaron que la noticia era cierta. Como predijo Patricia, la casa se volvió un loquerío y desde entonces yo dejé de pensar y, casi casi, hasta de respirar.
New York, octubre de 2010
© Mario Varga Llosa, New York, octubre de 2010. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El día que Cali tembló.

Parte de la vida no se vive en el presente ni en el futuro, sino también en el pasado; y parte de ese mismo pasado regresa en pequeños tragos, a destiempo, sin ningún tipo de programación (por fortuna). Hoy, un día después de ayer?, se presentaba acá en London el inmortal Joe Arroyo con su sabor de costa Caribe y al mismo tiempo, pero en el LOLA festival (London Ontario Live Arts), el músico electrónico nacido en esta ciudad y mejor conocido como Caribou. Poniendo en la balanza mi gusto por la música del Joe, mi desconocimiento total de Caribou, mi aceptación no desmedida de la música electrónica, así como el precio de la entrada del Joe y el carácter gratuito de todas las presentaciones del LOLA festival, me quedé con Caribou, y a decir verdad, y a pesar de dos o tres fallas del sonido inicial en sus primeras interpretaciones, valió la pena confundirme y confundirnos en esta noche canadiense de 14° grados, en esta noche en medio de gente joven y gente mayor, de fumadores y no fumadores y de fumadores profesionales. Pero a pesar de la distancia longitudinal existente entre London y Cali y de la distancia temporal existente desde hoy hasta cualquier ayer, la música de hoy me regresó a un punto espacial y a un suceso que aunque ocurrió en años diferentes, en mi memoria ya sucede en un mismo día. Hoy regresé al Estadio Pascual Guerrero en el día que Cali tembló: la primera parte ocurre en el año 1991 cuando después de una serie de presentaciones olvidables sale un hombre envuelto en humo para dejar caer una eternidad espere este instante… y regalarle a Cali y al espacio abierto y nada acústico del estadio la canción Entre Caníbales. Esa parte termina y se une cuando Silvia decide que ya ha sido suficiente por esa noche y me veo saliendo del recinto con la voz de Cerati de fondo y la música de El Temblor. Cuatro años pasarían para que la misma Silvia, como desagravio y despedida, me invitara de nuevo a ver por última vez a Soda Stereo en el año 1995. Esa vez fue en el mismo estadio reducido a la mitad para el concierto, cercenado por vallas y separadores que vieron entrar a un Cerati con más de tres horas de retraso, ya al día siguiente por efecto de las cero horas. Esta vez Soda ya traía Sueño Stereo y menos de dos años de vida para su futura disolución. Hoy Cerati esta postrado en una cama de un hospital en Buenos Aires sin poder salir del coma a que lo llevo el accidente cerebro vascular sufrido en Caracas en el mes de Mayo. Quizás nunca se despierte y si lo hace, tal vez… prefiera seguir dormido. Hoy, ayer, esta noche, evitando al Joe y conociendo por primera vez la música de Daniel Victor Snaith (Caribou) he regresado en algún acorde, no sé en cual, por una fracción de música o de sonido vomitado por un sampler, al Soda Stereo mas electrónico, al Cerati inmóvil, a los años que ya no suceden mas pero que se repiten fraccionadamente y se superponen unos encima de otros sin ningún orden ni sentido. El día que Cali tembló acaba de pasar acá en London, de nuevo, mientras la voz que recita las letras surrealistas de sus canciones salta y huye por cualquier ventana del mismo hospital viajando a través del tiempo, obligándolo a detenerse y a auto eliminarse, obligándolo y obligándonos a escuchar letras que ahora, quizás morbosamente, tienen más sentido que ayer, letras que ya no se detendrán más.

Si algo está enfermo está con vida, lo que tus labios no puedan besar, se esfumaran y no escucharas mas palabras lascivas, en la terapia de amor intensiva.
Terapia de amor intensiva, Soda Stereo (1988).

Gustavo Adrian Cerati Clark

Cerati, músico argentino líder del disuelto grupo Soda Stereo (1982-1997), icono del rock latinoamericano, cuyo quinto trabajo como solista fue lanzado en Septiembre de 2009 con el titulo Fuerza Natural. Después de finalizar un concierto en Caracas en Mayo 2010, sufrió un accidente cerebro vascular (ACV) que hasta el día de hoy lo tiene en estado de coma.

Where are you Caribou?

Caribou es un músico canadiense de genero electrónico, cuyo nombre de pila es Daniel Victor Snaith (1978). Su padre profesor de matemáticas de la Universidad de Sheffield (England), su hermana lectora de matemáticas de la Universidad de Bristol (England), y él, graduado de matemáticas de la Universidad de Toronto (Canadá) y PhD en matemáticas del Imperial College of London (England). Presenta en Abril del 2010 su nuevo trabajo titulado Swim, del cual Odessa es su primer sencillo.

lunes, 23 de agosto de 2010

De Cali

Panorámica de Cali

Leyendo un correo que recibí con un enlace del periódico digital Con-fabulación, encontré una entrevista al escritor caleño Umberto Valverde que aparte de llamarme la atención por su escasa modestia (Carlos Mayolo hizo Aquel 19, quizás su mejor película, sobre un guión mío que fue un producto síntesis de Bomba Camará. Si alguna vez alguien quiere saber cómo fue Cali consultará inevitablemente mis obras.) Me llevo a pensar en una respuesta a la pregunta ¿Qué es Cali? Y esa pregunta surge al leerlo decir que es Cali para él: Cali es una ciudad donde lo más apasionante es la cultura popular. La música, el baile, el fútbol, son culturas triunfantes, y no pertenecen a la cultura oficial, nacen de la marginalidad, y se convirtieron en íconos.” Y que no es Cali: Hoy en día las escuelas de salsa se convirtieron en un símbolo de la ciudad aunque una de las señoras burguesas que han dominado la escena social de nuestra ciudad siempre ha declarado: Cali no es salsa.   


Entonces la pregunta puede tener el número de respuestas correspondientes al número de almas bendecidas, maldecidas o desoladas que dice el DANE (Departamento administrativo nacional de estadística) que viven en Cali (2.075.380 censo 2005), así como el número de almas afortunadas o melancólicas que han vivido y pasado por Cali y han tomado el camino de otra ciudad diferente. Pero si se trata de buscar referentes podríamos nombrar algunos, la Cali de Joaquín Caycedo y Cuero, el último alférez real, la Cali de los juegos panamericanos de 1971, la Cali del escritor Andrés Caicedo y los cineastas Mayolo y Ospina, la Cali, más cercana a mí, de los títulos de futbol del América y la plata inagotable del narcotráfico ( y es cercana a mi no por el narcotráfico sino por la gracia y la desdicha de ver a mi equipo perder tres finales consecutivas de la copa libertadores de América). La Cali ciudadana y cultural, salsera y grosera donde solo el más fuerte y menos sensato parece poder sobrevivir. Cali es una ciudad que cada vez pareciera que le importara a menos personas, a menos caleños, donde los gobernantes son elegidos gracias a un plato de comida, gobernantes que antes de concluir su mandato terminan compartiendo el lugar común de la destitución y la deshonra.
Hay un blog titulado la bobada literaria que me divierte y donde por casualidad encontré esta definición de Cali:

Cali: Si quiere saber qué es ser colombiano debe ir a la Sultana del Valle. Allí conocerá algunos de los mayores índices de pobreza y desempleo del país y ejemplos de inconsciencia política como la elección de locutores de radio y ciegos corruptos para la Alcaldía o guapetones hijos de parapolíticos para la Gobernación. También es la ciudad del escritor Andrés Caicedo, tal vez el primer hipstercolombiano, y de un movimiento cinematográfico tan sobrevalorado y egocéntrico que le pusieron Caliwood. Aunque la leyenda dice que la llaman "La sucursal del cielo" porque sus mujeres son como ángeles, eso no es cierto: la silicona y el bótox las ha convertido en inmundos demonios. En realidad le dicen así por la cantidad de gente que mandan anualmente a la eternidad. Es más, le queda mejor el apodo de "La sucursal del suelo".



Se puede y quizás se debe no estar de acuerdo con lo escrito en la bobada literaria; como a ratos me sucede a mí, pues  particularmente para mi Cali es mágica y no solo de mágicos, es una ciudad que atardece fresca desde el cerro de San Antonio o desde el mirador ignorado de la loma del barrio El Bosque, es una ciudad atemorizada y acostumbrada a la muchedumbre de carros y motos que se afanan y se pelean sin ningún control, una ciudad que madruga a misa y que se trasnocha con la salsa arrinconada por el reggaetón y el vallenato y la parodia de ley zanahoria que se desdibuja y desaparece en las fronteras de la ciudad. Para mi Cali fue por muchos años el recorrido de los buses Blanco y negro, Coomoepal y Azul plateada por la calle 5, avenida sexta y los barrios del norte y del sur que frecuentaba. Para mi Cali era subir por el barrio El Bosque a pie después de venir desde La Buitrera bajando por Holguines. La Cali que retrata El País y El Caleño existe, así como la Cali que contaba el diario El Pueblo y que aun cuenta el moribundo Diario Occidente. Entonces la Cali de la bobada literaria es cierta y falsa en algunos días. Como siempre al final depende de los caleños y no caleños escribir día a día que es Cali, que ha sido o que será Cali el día de mañana, sin importar si tenemos a la mano o no algún libro imprescindible de Umberto Valverde.


Fuente Barrio El Peñón

miércoles, 11 de agosto de 2010

Del lado de la poesía


Un recorrido por el mar de Buenos Aires y Montevideo, que acaso es el mismo? Un recorrido de principios de los años noventas, donde los problemas de América Latina eran acaso los mismos de hoy. Poemas de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo recreando una historia de búsqueda, donde la vida se puede vivir a través de la poesía, donde las cosas, el valor de cambio de las cosas, se obtienen mas allá de los billetes; donde lo más preciado que se puede tener es la vida y la ilusión de tener con quien compartirla. Todo esto en la producción argentino canadiense que hizo posible llevar a cabo esta película de Subiela: El lado oscuro del corazón. Solo dos cosas más para decir de tantas que habría que decir de esta película que algunos entienden como cine arte. 

Una: que no deja de sorprender y de encerrar todo el contenido de la película el bello epígrafe escrito sobre una pantalla negra con que se inicia esta: La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo. Dylan Thomas

Dos: el poema No te salves extractado del libro Poemas de Otros de Benedetti que fue publicado por allá en el lejano año 1974 y que aún nos invita a tomar riesgos y a vivir la vida.



miércoles, 9 de junio de 2010

Primera mirada a Jean Seberg


Jean Seberg 1961



Leyendo El Tiempo en el año 2002 ó 2003 en la época en que trabajaba como analista de crédito en el Banco de Bogotá, leí un artículo corto titulado “La estabilidad feliz de Eric Rohmer”, y aunque no sabía nada de este director francés ni había visto cine francés en profundidad, el articulo me atrajo tanto que permaneció varios años pegado a mi mural frente a mi puesto de trabajo. Solo hasta el año 2008 cuando me radiqué en Canadá, me encontré viendo los seis cuentos morales de Rohmer, y después de estos las dos primeras películas de Louis Malle, y más tarde Jean-Luc Godard y Breathless. La primera vez que vi Breathless debo admitir que no me gustó su voz en off del inició, ni a un Jean Paul Belmondo dirigiéndose a la cámara; pero al final el haber tenido la delicia de conocer a la Seberg, 30 años después de su muerte, justificó para mí los noventa minutos de la película. La cara angelical y los hoyuelos nacidos de su sonrisa me hicieron leer más sobre ella y su trágica muerte ocurrida un 8 de Septiembre de 1979. Su muerte solo pudo ser confirmada, diez días después de su desaparición en medio de un verano parisino de finales de la década de los 70´s, al ser encontrado su bello cuerpo descompuesto y maloliente envuelto en una cobija azul que Carlos Fuentes dice haberle regalado. El diminuto pero no siempre frágil cuerpo de Jean Seberg se encontró en el interior de su Renault 5, después de permanecer una semana entera estacionado a pocas cuadras de su apartamento con la muerte adentro sin que nadie lo notara. Solo quedó una nota de suicidio escrita en francés para su hijo Diego y la imagen eterna de la Seberg mirando a la cámara, mirándonos, dibujando o cerrando sus labios con sus dedos para mirarnos unos segundos más y voltearse para siempre.


La nota se puede olvidar..., sus pensamientos aún se pueden leer:

I run too fast,
I fly so high
I hit so hard
Too wide my eye
Too full my heart
Too deep my pain
So short the kiss…

                                  Jean Seberg


miércoles, 19 de mayo de 2010

La Politica Colombiana

La primera y última vez que escribí algo relacionado con política fue por allá en 1992 ó 1993. Transcurría el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo “La Revolución Pacífica” mientras estudiaba economía en ese cuatrienio de apertura económica. Recuerdo que había un ministro de comunicaciones de apellido Jaramillo que se vio involucrado en una polémica (nada excepcional) por unas narcofotos del año 1982 que lo mostraban descendiendo de una avioneta de propiedad del cartel de Medellín. Influido por esta noticia y mis primeros impulsos por encontrar, copiar, crear un estilo, escribí un relato titulado La sarta de las mentiras que ahora recuerdo haber surgido como la prolongación de un sueño. El relato que no he vuelto a leer desde entonces mostraba a un ministro encerrado en su casa, en su cuarto, negándose a abrir la puerta para ser llevado ante la justicia. Ya no recuerdo más detalles del relato, pero el titulo representaba y representa aún hoy para mí, la definición de la política, o por lo menos de la política colombiana que me ha tocado vivir; política colombiana que podría resumir así: empieza en el cuatrienio 1978-1982 con el insulso gobierno de Julio Cesar Turbay Ayala que con su incapacidad llevó a que Colombia se ilusionara en el año 1982 con el slogan del poeta de Amagá, Belisario Betancourt Cuartas, que terminó siendo un mal poeta y un pésimo gobernante. El slogan de “Si se puede” al final terminó siendo “No se pudo”, y obligó la elección en el año 1986 del gobierno del “cambio social” de Virgilio Barco Vargas, un liberal con máster y doctorado en economía en la universidad de Boston y el MIT (Massachusetts Institute of Technology) respectivamente, y que demostró con creces su ineptitud absoluta para hacerle frente al narcoterrorismo de Pablo Escobar. Para el año 1989 un país cansado y aburrido de los partidos políticos se encaminaba a votar masivamente por el eterno candidato rebelde que regresaba al partido liberal para ser presidente, un hombre que estaba destinado a ser el próximo presidente de no ser por la aún investigada confabulación Santofimio-Escobar o Escobar-Santofimio. El slogan de ese candidato era una pregunta? Un acertijo? Una opción? “Ahora o nunca”, y desafortunadamente para Colombia terminó siendo “nunca”. Con la indignación popular por el asesinato de Luis Carlos Galán el 18 de Agosto de 1989, el próximo presidente de Colombia sería cualquier nombre que designará el hijo de Galán al momento de su entierro, entonces la suerte le tocó a un político al que le faltaban por lo menos dos elecciones presidenciales más para aspirar por el solio de Bolívar; así fue electo Cesar Gaviria Trujillo: de carambola. Las siguientes elecciones fueron más sencillas y tristes, para el año 1994 Colombia votó por el candidato del partido liberal Ernesto Samper Pizano con el único propósito de impedir que el mediático (presentador de noticias) y superficial Andrés Pastrana Arango fuera presidente, así tuvimos el gobierno del “Salto social” y por ende del salto al vacío. Para 1998, y después de un cuatrienio de desprestigio nacional e internacional, Colombia vota a favor del superficial Andrés Pastrana Arango con el único propósito de impedir que el escudero de Samper, Horacio Serpa Uribe, fuera presidente y se premiara así la continuidad de un gobierno financiado por el dinero del narcotráfico. Para el año 2002 Horacio Serpa Uribe decidió facilitar las elecciones presentando por segunda vez su candidatura y obligando a los electores a votar por el candidato del Ubérrimo, el promotor de las Convivir, organización que desembocó después en las nefastas fuerzas paramilitares de Colombia: Álvaro Uribe Vélez. Para fortuna o no de Colombia, Uribe Vélez con todos sus errores y aciertos, con todos los escándalos que nunca han faltado en los gobiernos que recuerdo, fue reelegido después de modificar el mismo la Constitución Colombiana. Ahora para el 2010 el escudero de Uribe, Juan Manuel Santos, se presenta como candidato, mientras al otro lado de la contienda aparece un candidato que nadie esperaba, por lo menos no con tanta fuerza: el fenómeno Antanas Mockus. Este ya es un Antanas sin mostrar el culo, despojado de su traje de superhéroe, sin necesidad de tirar vasos de agua en medio de ruedas de prensa. Como escribió o interpreté que escribió Caballero en Semana: hay que votar por el menos peor, votar por Mockus. Votar por el menos peor es algo que a los colombianos siempre les ha tocado hacer.
Definitivamente escribir sobre política y sobre políticos es muy aburrido, quizás es por eso que el tema político, de lagarteria colombiana me tiene sin cuidado; y solo me llama la atención el talento de los políticos de hablar, contestar, preguntar, recitar programas de gobierno y propuestas de campaña sin decir nunca nada. Decir hoy a las 12.00 p.m. blanco y a las 12.05 p.m. negro, de hablar pestes del candidato rival y agradecerle embajadas o ministerios al resultar un ganador, decir que es idiota no cambiar de opinión cuando cambian las circunstancias y que la picardía es una buena práctica para Colombia. Ya han pasado muchos candidatos, muchos de ellos con estudios en el primer mundo, más preparados que el Kumis, con la capacidad innata de empeorar la situación del país cuatrienio tras cuatrienio. Todos sin excepción han robado, desde plata hasta las ilusiones del pueblo, por eso creo que no es descabellado que alguien que parece diferente robe esta vez, pero que robe poco y que en realidad haga algo para mejorar no solo las estadísticas de los economistas, sino las vidas de cerca de 45 millones de desamparados.

sábado, 8 de mayo de 2010

Isabel Allende y Last Year at Marienbad


Delphine Seyrig

Que tiene que ver Isabel Allende (1942) con Last Year at Marienbad (1961)? Creo que nada, ni ahora ni nunca antes, pero por cuestiones del azar y la desocupación, han caído a mis manos la primera y la segunda, la escritora y la película. De Isabel Allende conozco solo los nombres de algunas de sus novelas, una parte de un libro de entrevista a manera de biografía, la opinión negativa del todopoderoso Bolaño y la lectura en un solo día de su libro Paula, aunque ahora que lo pienso pudo haber sido día y medio o incluso dos, u otra vez solo uno. De Last Year at Marienbad no conocía nada hasta anoche que vi la película subtitulada al ingles. De la Allende debo decir que el único libro suyo que me ha sido inevitable leer, Paula, me lleva a pensar que no todas las críticas negativas que me he encontrado sobre su literatura pudieran ser justas o merecidas. Para mí el fenómeno de la Allende lo relaciono con el fenómeno Coelho, haciendo énfasis en términos de ventas, y no en los temas de aparente o real superficialidad que cada uno desarrolla (Quien decide la superficialidad?), lo relaciono haciendo énfasis en cierto consenso de la crítica literaria al clasificarlos a ambos dentro de la literatura desechable. (Quien define la literatura desechable?). De Last Year at Marienbad (o Last Year in Marienbad) solo puedo decir y confesar que solo la he visto una vez, y que para bien o para mal, para alabarla o destruirla, (alabarla o destruirla desde mi concepto personal) una sola vez no es suficiente ni justo. Es aquí en London Ontario donde debo aprender, mejorar, perfeccionar el idioma ingles, y donde he visto la mayor cantidad de cine francés en mi vida; y especialmente y sin ningún motivo explicable, películas de la década de los 60´s; y es quizás debido a ese motivo inexplicable que escojo, de la librería publica, la copia de lujo lanzada por Criterion Collection de esta película que tiene como padres al exitoso duo de los Alain: el Resnais y el Robbet-Grillet. El primer Alain exitoso por su precedente film titulado Hiroshima Mon Amour (1959), y el segundo por las banderas del nouveau roman y la idea en esos lejanos años 60´s sobre el futuro de la literatura mundial. Es Last Year at Marienbad la historia de un sueño? De un recuerdo? O de una intención? Está realmente basada en La Invención de Morel de Bioy Casares (que tampoco he leído), o en la literatura de Borges, del que se dice dijo sentirse descorazonado al encontrarse en 1977 con Robbet-Grillet y saber la inspiración ejercida sobre él. Cualquiera sea la respuesta para un no critico de cine como yo, el haberla visto una sola vez, no otorga elementos suficientes para dar una opinión justa de una película que tiene y tuvo tantas páginas de admiración como de destrucción; pero como no soy ni trabajo como critico de nada, solo puedo decir que Last Year at Marienbad no es una película fácil (cosa que ya desde hace casi 50 años todo el mundo ha dicho) y que es para mí una película inquietante, surrealista?, cubista? Y una película que sin entenderla del todo, o habiéndola entendido mas, no puedo decir que sea mala. No todas las películas sencillas son buenas o todas las películas extrañas y difíciles malas, y es aquí donde Last Year at Marienbad se encuentra con la Allende, con la Allende que aparece en el ejemplar del 26 de Abril del The Globe and Mail que recojo ya de manera obsesiva, necesaria y religiosa del tarro azul del reciclaje ubicado en el sótano del edificio donde vivo: la suscripción con 1 día de retraso que me llega desde hace un mes. En la sección Globe Review, después de pasar la foto de la reciente bisexual Anna Paquin, después de pasar la segunda y la tercera y cuarta pagina, aparece la foto (no tan pequeña) de la Allende en el centro de una entrevista fechada en el 2010 y realizada por Alexandra Alter del Wall Street Journal, donde aparte de hablar de esclavos, New Orleans, Haiti: su nueva novela La Isla bajo el Mar, contesta la siguiente pregunta: algunos críticos han cuestionado su trabajo como plano y convencional, la respuesta de la Allende: es muy fácil decir que un libro que nadie entiende y nadie lee es genial. Por lo cual pienso en la Marienbad que hasta ahora conozco, pero me queda una duda, sobre la Allende por supuesto, es cierto o adecuado decir que algunos libros fáciles (por no decir planos y convencionales como ella misma de forma implícita se autodefinió) que mucha gente lee (best sellers?) son geniales? Pienso en la Allende y en Coelho… pero también puedo pensar en una respuesta diferente: el caso Stieg Larsson bajo el amparo de la opinión del otro todopoderoso Vargas Llosa. En definitiva y aceptando la responsabilidad de emitir un comentario superficial de la obra maestra de los Alain, cuando cierro los ojos y pienso en Last Year at Marienbad veo a Delphine Seyrig vestida de negro o de blanco, de pie o acostada, esperando y rechazando el ser seducida, veo una mujer que sueña o es soñada, que recuerda o es recordada, o mejor aún, que sueña y es soñada, recuerda y es recordada, y de la que no conozco nada diferente a su nombre en los créditos de la película, su vestuario Coco Chanel, y su para mi eterno y seductor cabello negro que no es el de la Allende. Veo a una mujer enigmática que me lleva de la mano a otra película que nunca he visto para invitarme a seguir escribiendo: El Discreto encanto de la burguesía. Veo el titulo de este escrito que debía llevar su nombre y ser totalmente diferente y es entonces cuando veo el error y debo empezar de nuevo.

sábado, 30 de enero de 2010

Agassi y el futbol colombiano?!


Higuita y su carrera interminable, Italia 1990.


Era septiembre del año 90, aún se mantenía el sinsabor de la nefasta jugada de Higuita en el Mundial de Italia, y casi que todavía podíamos ver celebrar a Roger Milla ese gol bailando con el banderín del punto del cobro de esquina. En ese mes empezaba en New York una de las más espectaculares rivalidades en el tenis norteamericano y mundial, André Agassi vs Pete Sampras. Agassi para ese entonces estaba clasificado en el puesto 4 de la Asociación de Tenis Profesional (ATP) y Sampras en el puesto 12, y contaba el primero con la ventaja de haber ganado el único partido disputado hasta el momento por los dos, era un juego que Agassi tenía ya ganado desde la noche anterior, recordando su victoria y el haber visto un Pete Something con lastima meses atrás hasta llamarlo como: el pobre torpe que no podía mantener la bola en el campo de juego. Esa final le daría a Sampras su primer grand slam y a Agassi la primera derrota del capítulo Agassi-Sampras. Creo que era domingo, día en que se juegan las finales y recuerdo que mis esperanzas estaban con Agassi, pero tanto él como muchos, nos empezamos a acostumbrar a ver ganar a Sampras con su estilo nada espectacular, efectivo, y su cabeza gacha y su silencio ante la victoria o la derrota. Después de esa victoria vendrían muchas más de Sampras, hasta completar 14 títulos de grand slam y una regularidad envidiable, pero mis afectos siempre estuvieron con Agassi, un jugador que fue capaz de ser numero 1 para caer luego hasta el puesto No. 141 y levantarse de nuevo hasta volver a la cima a los 33 años. La contradicción, como Agassi lo dice en su autobiografía de 386 páginas publicada por Knopf y titulada en ingles Open, marcó y definió toda su vida, la contradicción de un niño de 7 años obligado por un padre totalitario a jugar tenis, a enfrentarse con una maquina lanza pelotas todos los días y a tener que ser algún día el numero uno por disposición paterna. Esa misma contradicción lo llevo a perfeccionar su juego al mismo tiempo de sentír odio hacia él, y quizás ese odio no era hacia el juego en sí, sino más bien a no haber podido escoger su vida y ser ya muy tarde para pretender cambiarla. Todo esto no podía yo saberlo en ese Septiembre de 1990 cuando veía como Sampras derrotaba a Agassi en tres sets corridos y me convertía en esa forma en seguidor de la víctima. Ese día de la final salía yo de mi casa caminando hasta la casa de mi amigo Reynaldo con el mal sabor de la derrota de Agassi, sin saber que Sampras sería un campeón y Agassi un campeón y un soñador: Que lindo es soñar despierto le diría su entrenador personal Gil Reyes en 1989, y eso es lo que Agassi se encargó de hacer, sin darse cuenta que algunas veces dormía y otras simplemente parecía esconderse de sus propios sueños, tal vez sin imaginar que muchos de sus sueños iban a ser seguidos por amantes del tenis alrededor del mundo, incluyendo a Cali, Colombia entre ese mundo. Hoy después de tantos años, 20 exactamente, ya el tenis norteamericano no tiene la rivalidad de ese entonces y en la clasificación de la ATP apenas recién aparece Andy Roddick en el séptimo puesto y solo 9 jugadores norteamericanos más en los cien primeros clasificados del puesto 28 en adelante. Por el lado de nuestro futbol no pasa nada, las noticias recientes dicen que no salimos del mismo ciclo perdedor, y que ahora la dupla Maturana - Bolillo quiere regresar a la selección Colombia como manager y director técnico, demostrando una vez más que nuestro país no solo es agradecido sino también incorregiblemente amnésico.